In memoriam: Milán Kundera

 La amplitud del eterno retorno en "La insoportable levedad del ser"

"La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal y como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial? 

El mito del eterno retorno viene a decir, per negationem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan."

        Con estas palabras abre Milán Kundera, escritor checo nacido en 1929, su magnum opus titulado 'La insoportable levedad del ser'. Lo que sigue es toda una embelesadora novela que gira en torno a una aporía. Dice así: si una vida no retorna, nada significa, luego resulta inconcebible condenar o juzgar nuestros actos sub specie aeternitatis. Mientras, si actuamos como si nuestras acciones fueran a repetirse por una eternidad, inmediatamente todo lo que hacemos queda revestido por una pesada carga; a saber, la de evitar el arrepentimiento cuando nuestra vida retorne en las infinitas ocasiones posteriores. Una opción, pues, nos convierte en sujetos amorales ligeros como una pluma; la otra nos obliga a actuar pesadamente, esto es, a asumir una "insoportable responsabilidad" para con todas nuestras acciones. ¿Qué es, entonces, lo positivo: la levedad o el peso?

         Kundera nos confesará que, a sus ojos, esta contradicción es "la más equívoca de todas las contradicciones". Esto, empero, no le impide explorarla. A través de personajes como Tomás, Teresa, Sabina y Franz - que no expresan sino aquellas situaciones vitales de Kundera que no fueron; por tanto, justifican la existencia de la propia novela como un ensayo de cómo serían sus otras vidas fuera de la matriz nietzscheana-, el checo representa distintas perspectivas respecto a este problema, y las hace interactuar entre ellas para comprobar cómo evolucionan. En efecto, Tomás sufrirá por la irresponsabilidad y levedad de sus actos en tanto que mantiene una relación amorosa infiel con Teresa, quien ve confrontada la búsqueda de su identidad - lo que permanece, es decir, lo que pesa - por el mundo que le rodea. En cambio, Sabina, libérrima y ligera como una nube, se interroga mediante sus cuadros por el tejido o estructura del mundo - una verdad incomprensible tras una mentira comprensible mientras traiciona a todo el mundo con tal de mantenerse fiel a sí misma. Por último Franz, profesor universitario, descubre el vacío que existe en unas palabras que son eternas y que no son escuchadas, para luego enrolase en una causa suicida que resultará ser una farsa. Mediante una fuerte caracterización psicológica y una acción pausada en la que prima la reflexión, todos estos personajes se ven atravesados, implícitamente, por este dilema.

        Querría destacar uno de los múltiples temas tratados en el libro para ilustrar cómo la cuestión acerca de la levedad y el peso permea, no sólo los motivos que rigen la composición musical de cada uno los personajes, sino el devenir de toda la novela. Éste es el sentido estético del amor.

        Este concepto se aborda desde la historia que comparten Tomás y Teresa. Él es un cirujano promiscuo incapaz de comprometerse, mientras que ella es una joven camarera que había huido del seno familiar con motivo de la represión e incomprensión maternal que allí sufría. El amor que surgió entre ambos nació como la concatenación de varias casualidades. Muy resumidamente, Tomás acabó casualmente en el bar donde trabajaba Teresa gracias a que casualmente debía encargarse de una cirugía cerebral en un hospital.  Que él se encargara de la operación se debe a que casualmente el cirujano jefe de este hospital adolecía de ciática. Casualmente en ese momento llevaba un libro, que abrió nada más sentarse a esperar a que le atendieran. Casualmente para Teresa, quien siempre había deseado algo más elevado, los libros eran "la contraseña de una hermandad secreta". Además, en ese preciso momento sonaba casualmente la música de Beethoven, quien simbolizaba en ella el mundo este mundo superior al que aspiraba. En ese momento Teresa deseó con toda su alma que emergiera su individualidad y una semana más tarde acabó Teresa presentándose con su pesada maleta - le ofrecía en ella a Tomás toda su vida - en su piso. Desde entonces, sus vidas acabarían entrelazadas. 

        Lo importante aquí es lo siguiente. Estaremos de acuerdo en que quien está enamorado considera que su amor es necesario, esto es, que su vida tiene que ser con esa otra persona y no puede ser de otro modo. Sin embargo, como ilustran ambos personajes, suele haber detrás una sucesión de eventos, que bien podrían haber sido de otra manera, para que éste florezca. ¿Cómo sostener algo necesario y valioso, como el amor, en algo contingente, como los acontecimientos que llevan a él? Kundera responde: estéticamente. Efectivamente, es este carácter fortuito lo que nos permite dotar estos acontecimientos de sentido y belleza, puesto que el efecto que se sigue necesariamente de su causa no admite más interpretaciones que la causa que lo provocó. En sus propias palabras:

"¿Pero un acontecimiento no es tanto más significativo y privilegiado cuantas más casualidades sean necesarias para producirlo? Sólo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla. Tratamos de leer en ella como leen las gitanas las figuras formadas por el poso del café en el fondo de la taza"
  
        Kundera piensa que estas normas de la belleza dictan nuestras vidas y que es reprochable que el hombre se ciegue voluntariamente a éstas. Son estos momentos de belleza los que, según él, buscaremos repetir durante nuestras vidas una vez sean reconocidos. Quizá por ello Teresa está enamorada de Tomás a pesar de sus infidelidades: efectivamente, fue ella quien leyó e interpretó todas estas casualidades. Mientras, Tomás se nos presenta indeciso desde un primer momento, pues no las cargó de significado alguno. Consecuentemente, no logra comprender cómo la levedad y el peso pueden compaginarse para dar lugar a dicho sentimiento. Siendo fieles al texto, he de notar que este arco narrativo se complica, a saber, en el momento en que Tomás se compadece de Teresa y experimenta la necesidad de estar con ella; también cuando ella trata de experimentar el libertinaje de él - en contra de sus principios más fundamentales - y cuando Tomás se toma 'unas vacaciones'. Lo anterior no es sino el planteamiento de una de las cuestiones centrales del libro, como decíamos, fundada en la dicotomía de la levedad frente al peso.

        Este es uno de los ejemplos que muestran el alcance del problema que planteábamos al principio. Como decía, el libro plantea muchos más. Lo que pretendo ilustrar es que la conclusión de esta pregunta - ¿la levedad o el peso? - es moral y afecta a todas las esferas de nuestra vida. Y si he querido traeros esto hoy - una publicación más breve y con otro tono - es debido a lo siguiente. Algunos de mis lectores saben que este blog se debe, en gran parte, a Kundera. Fue él quien me inspiró a escribir gracias a una jocosa casualidad; una de estas que, como él diría, dotan de belleza al mundo a quien sepa encontrarla. Y sí, digo diría porque desafortunadamente Milán Kundera falleció ayer, martes 11 de julio de 2023, a sus 94 años. Si esta publicación se desvía del tono habitual del blog es porque quería rendirle homenaje y usar esta humilde plataforma para dar a conocer sus novelas e ideas. Espero que la exposición anterior le haya despertado la curiosidad a alguien y le descubra su obra literaria. Con ello me sentiré satisfecho. Si lo hacéis, os animo a volver luego a este texto y comprobar cómo se llenan de significado todas estas palabras incomprendidas que no han recibido su contexto y que pueblan este texto. Así podremos revivir un fragmento de este gran literato y evitar que caiga en el olvido. Hasta entonces, Kundera, descanse en paz.




"¿Qué quedó de la gente que moría en Camboya? Una fotografía de la actriz norteamericana con un niño amarillo en brazos.
¿Qué quedó de Tomás? Una inscripción: 'quiso el reino de Dios en la tierra'.
¿Qué quedó de Beethoven? Un hombre huraño con una melena inverosímil que afirma con voz profunda: 'Es muss sein!'
¿Qué quedó de Franz? Una inscripción: 'tras tanto andar errante, el regreso'.
Etcétera, etcétera. Antes de que se nos olvide, seremos convertidos en kitsch. El kitsch es una estación de paso entre el ser y el olvido"


Cuadro: La pubertad cercana a las Pléyades, Max Ernst, 1921

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