La función pedagógica de la tragedia

Interpretación moral de la catarsis aristotélica según la Poética         

        En enero tuve la ocasión de presentaros aquí las reflexiones que la tragedia de Sófocles, Edipo, suscitó en mí. Hubo algo que omití: la sensación que sentí al haber concluido la tragedia. Ya desde entonces rondaba por mi cabeza cierto concepto aristotélico, el de la catarsis (kátharsis), fuertemente relacionado con el teatro griego. Tan pronto como supe que el Edipo de Sófocles es, casualmente,  uno de los ejemplos más recurridos por Aristóteles en su Poética, la única obra en la que aparece este concepto, tenía claro que iba a hablaros de ello en este blog. A continuación os desarrollaré mi interpretación acerca de este concepto tan discutido.

        Para comenzar, he de contextualizaros la obra. La Poética de Aristóteles, publicada en el siglo IV a.C., es un tratado de crítica literaria que aborda las cuestiones acerca de la constitución, forma y elaboración de correctas piezas poéticas. La crítica especializada concuerda en que el texto fue concebido para el uso en las clases que el filósofo impartía, luego no es de extrañar que los argumentos que en el libro se exponen no aparezcan en toda su profundidad, sino más bien como indicaciones que el maestro luego reconstruiría y completaría en sus lecciones. Sumado al hecho de que no se conserva la segunda parte de este tratado - que presumiblemente completaría los puntos más ambiguos del texto -, no es de extrañar que numerosos especialistas hayan tratado de reconstruirlo e interpretarlo a partir del corpus aristotélico conocido. Desafortunadamente, el célebre concepto de la kátharsis es uno de estos conceptos sin explicar. Creo, aun así, que una lectura atenta de la obra permite una interpretación al alcance de cualquiera.

        Siguiendo el propio desarrollo del tratado, el análisis que prometo parte del concepto de imitación o mímesis (μίμησις). Para Aristóteles, la imitación ocupa un lugar esencial en el ser humano: no sólo le es connatural desde su más temprana infancia, sino que además le complace al permitirle aprender a través de ella. Esto ocurre porque las imitaciones no son sino representaciones de cómo son las cosas verdaderamente, y para Aristóteles las cosas son como se muestran. En el caso del arte trágica, aquello que se imita son las acciones viles o nobles de cierto elenco de personajes - pues "todos los hombres se distinguen por el vicio o por la virtud" -. Dado que la imitación de tales acciones se realiza actuando, Aristóteles identifica seis elementos constitutivos de toda tragedia - puesta en escena, canto, dicción, carácter, pensamiento y argumento - cuyo propósito es el de reforzar y hacer más verosímil la imitación de la acción. Esto le lleva a dar la siguiente definición:

"La tragedia es, pues, la imitación de una acción seria y completa, de cierta dimensión, en un lenguaje condimentado que usa por separado cada clase de condimento en las distintas partes, con personajes que actúan y no mediante una narración, y que lleva a cabo mediante la compasión (ἔλεος) y el temor (Φόβος) la purificación (κάθαρσις) de pasiones tales"

        De primeras, puede parecer que la definición es lo suficientemente vaga como para incluir otros géneros teatrales, como la comedia. Creo que la atención debe posarse, empero, sobre el fin que el pensador le atribuye a la tragedia; a saber, suscitar la catarsis en el espectador. A raíz de éste determinará los modos en los que una tragedia consigue ser bella. Y puesto que "la tragedia es imitación, no de los hombres, sino de las acciones y de la vida", Aristóteles prioriza el entramado de los hechos frente al resto de elementos, y en todos ellos el criterio estético por el que se rige es el de la verosimilitud.

        Para entender mejor estas ideas, veamos como se aplican al argumento, cuestión a la que más páginas le dedicará Aristóteles al tratarse del alma de la tragedia. Por ejemplo, establecerá que los hechos se sigan unos de otros de tal manera que su modificación o supresión alteren, necesariamente, el conjunto. También preferirá que los elementos irracionales - como las intervenciones de los dioses o el asesinato de Layo a manos de Edipo - no sean representados como tal, sino que sucedan fuera de la dramatización, pudiendo luego ser relatados por algún personaje. Como decía, todos estos elementos buscan aumentar la credibilidad de la obra, es decir, hacen ver al espectador que aquello que se representa puede sucederle. Y si el filósofo busca esta percepción, es debido a que, a su entender, una buena tragedia representa cómo personas iguales o mejores que nosotros - preferiblemente lo primero - mudan "de la felicidad a la desdicha, y no por una maldad sino por un gran error". Si, como afirmamos anteriormente, los seres humanos pueden aprender mediante la imitación y la tragedia imita las acciones que llevan a personas semejantes a nosotros caer en la infelicidad, mediante la observación de una obra trágica el espectador es capaz de reconocer qué actos derivan en unas consecuencias indeseadas. De este modo, al aumentar la credibilidad de la obra en su conjunto, se logra un mayor efecto moral en el espectador, quien observa las desgracias que provoca su desmesura (ὕβρις) y, al finalizar la obra, se verá inclinado hacia la virtud, que Aristóteles identificaba con el término medio (mesótēs).

        Queda claro, pues, por qué Aristóteles elige la verosimilitud como criterio estético a la hora de componer una tragedia. Faltaría, pues, explicar bajo qué términos tiene lugar esta función pedagógico-moral. Aquí es donde interviene el concepto de kátharsis. Este término es empleado por Aristóteles tanto en un sentido médico, como purgación de sustancias nocivas del organismo, como en uno religioso, aludiendo a rituales de purificación. Ambos sentidos suelen coincidir en que se trata de una excitación y descarga de pasiones en el individuo, respectivamente, bien para lograr el equilibrio psíquico del individuo, o bien para moderar sus pasiones. Si bien en la Poética este concepto sólo aparece en la definición anterior, puede justificarse su significado como 'sensación bajo la cual ocurre el aprendizaje' si atendemos a las pasiones mediante las cuales tiene lugar: la compasión y el temor. 

        Según aparecía en la definición de la tragedia, esta sensación es conseguida a través del temor y de la compasión. Diría que puede leerse un sentido moral en la elección ambas pasiones. Efectivamente, si Aristóteles está interesado en la compasión es porque quiere que nos identifiquemos con los males que les suceden a los personajes y sintamos pena por ellos. Por otra parte, con el temor busca que quien observa la obra huya de la infelicidad del personaje representado - pensemos en el pobre Edipo, cuya desdicha ya os narré - y, por tanto, evite su causa: el error que ha cometido. Y para favorecer y aumentar estas sensaciones, el de Estagira prefiere aquellos argumentos que incluyan la peripecia - "vuelco  en el curso de los acontecimientos [...] de modo verosímil o necesario" -, el reconocimiento - "paso de la ignorancia al conocimiento" - y el sufrimiento - "acción destructora o dolorosa" -. Más aún, asevera que este efecto será mayor si los hechos ocurren de forma inopinada pero coherente unos con otros, ya que "de los sucesos fortuitos, los que despiertan mayor asombro son aquellos que parecen haber sucedido de forma deliberada". Téngase en cuenta, en este argumento, cómo en la cultura griega estaba muy arraigada la idea de la intervención divina en la vida cotidiana: los dioses eran capaces de castigar o premiar los actos humanos. Por último, y con el objetivo de poder retener en la memoria todo el argumento, también recomendará que el tiempo de la obra no debe superar el día de duración. De hecho, el heleno propondrá como "límite suficiente" a "aquella extensión en la cual, al sucederse los acontecimientos en virtud de la verosimilitud o necesidad, pueda darse la transformación [...] de la prosperidad en infortunio". Así, no se pierde la visión de conjunto de toda la obra. La cuestión es siempre la misma: aumentar la sensación de compasión y temor; porque cuanto mayor sea la impresión que provoquen en el espectador, mayor será el efecto catártico, y por ende, el pedagógico de la tragedia.

        La tragedia, al representar una serie de acontecimientos verosímiles que le suceden a personas como nosotros, nos enseña el carácter a evitar para no incurrir en el error. Esto lo consigue al hacernos experimentar el mismo torrente de emociones por el que sus desdichados protagonistas pasan y al provocarnos miedo ante las consecuencias de los errores que cometen. Si este aprendizaje es posible, es debido al lugar que ocupa al imitación en el ser humano. De este modo, la kátharsis, como sensación de purificación y purgación, se convierte en el catalizador de la función moral y pedagógica de la tragedia.  




"De lo dicho se desprende claramente asimismo que no es misión del poeta el contar las cosas que han sucedido, sino aquellas que podrían suceder, es decir, las que son posibles según lo verosímil y lo necesario. Pues el historiador y el poeta no se diferencian por expresarse en verso o en prosa [...] sino por esto: por decir el uno lo sucedido y el otro lo que podría suceder. Por esta razón la poesía es más filosófica y más seria que la historia. Pues la poesía dice más bien lo universal, y la historia lo particular."



Dioniso montando una pantera, 120-80 a.C.

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