Augusto Pérez y la evolución del pensamiento platónico
El diálogo como modelo de pensamiento
Miguel de Unamuno es uno de los escritores españoles más célebres de finales del siglo XIX y principios del XX. Conocido principalmente por su novela y su poesía, su formación filosófica no puede soslayarse si se desea adquirir una compresión más profunda de sus obras. Si bien es cierto que el rector de la Universidad de Salamanca no compuso un corpus filosófico ortodoxo, en obras como Niebla (1907, 1914) pueden intuirse algunos aspectos de su metodología. En esta publicación quiero desarrollaros cómo el diálogo unamuniano, como modelo de pensamiento, bebe del platonismo hasta tal punto que configura la evolución psicológica de Augusto Pérez y, más generalmente, la idea que subyace a la novela.
Para arribar a esta tesis, es necesario que establezcamos las correspondencias entre Augusto Pérez y la doctrina platónica. Comencemos esbozando los rasgos principales del protagonista de Niebla.
Traumado por el pronto fallecimiento de su padre y criado por una madre sobreprotectora, ya en las primeras páginas Augusto se nos presenta como un personaje introvertido, ensimismado, indeciso e impotente. Durante los primeros capítulos será incapaz de establecer un diálogo con normalidad, pues mantendrá un constante monólogo interior consigo mismo en el que asociará ideas sin orden alguno, según éstas le aparecen. Por ejemplo, a causa de la molestia que le supone abrir un paraguas, afirmará que "la función más noble de los objetos es la de ser contemplados". Inmediatamente después saldrá a la calle y, vacilando por el camino a seguir - como si saliera sin motivo alguno a pesar de la llovizna -, se decide por tomar la dirección del primer perro que ve pasar.
La personalidad de Augusto irá cambiando paulatinamente a partir de sus (des)-encuentros con Eugenia, una pianista de la cual se enamora por el "resplandor de sus ojos". Pronto descubrirá que Eugenia tiene novio, pero la firmeza con la que ella le rechaza no hacen sino insuflarle un mayor amor en él. Nuestro protagonista comprueba que ella posee precisamente lo que a él le falta: independencia y carácter. Para Augusto, Eugenia es "alma pura", "significación", "idea", mientras que él se reconoce a sí mismo como si le "sobrara cuerpo", es decir, falto de esencia y propósito. A raíz de esta experiencia llegará a enamorarse de la Mujer – entendida como género – e incluso tratará de realizar un estudio comparativo de psicología femenina para poder casarse. Los actos de Augusto pueden sonar ridículos, pero detrás de ellos nos encontramos a un personaje que lucha por conocerse a sí mismo. Serán los diálogos que emanen de su irrisoria situación los que le descubrirán su vacuidad. Conforme se va dando cuenta de esta realidad y adquiere herramientas para combatirla, Augusto irá manteniendo conversaciones cada vez más fluidas y sustanciosas con los demás personajes.
La evolución que sigue Augusto durante la obra, como os decía, nos remite fácilmente a la doctrina platónica. De primeras, la dualidad entre cuerpo y alma y la primacía de la segunda frente a la primera es un planteamiento que remite a la Teoría de las Ideas – que os esbocé aquí. El alma, de naturaleza eidética, define al cuerpo como tal. Que Augusto encuentre la perfección en la contemplación frente al uso también es un rasgo platónico. En efecto, siguiendo una vez más las líneas de su dualismo ontológico, la contemplación remite a la idea o esencia de la cosa – donde reside la perfección – en contraste con el uso, que se relaciona con el cuerpo. Tengamos en cuenta aquí que la contemplación de las Ideas era consagrada por Platón como algo divino (Fedro). Por último, el amor que el protagonista siente evoluciona, rápidamente, a un amor hacia la Mujer en abstracto. ¿No nos recuerda esto a la reminiscencia platónica, según la cual del contacto con los entes podemos recuperar la idea que trasciende estos cuerpos? No solo eso, sino que el mismo Platón justifica el comportamiento 'maníaco' que adquiere Augusto al pretender estudiar la Mujer o al costear la hipoteca de Eugenia sin esperar nada a cambio. Afirma el ateniense:
"Y es aquí precisamente donde se inserta todo el discurso sobre la cuarta forma de locura; cuando alguien, viendo la hermosura de este mundo y acordándose de la verdadera, [...] descuida las cosas de esta tierra, se le acusa de estar loco: [...] por participar de esta locura, se dice del que ama las cosas bellas que esta loco de amor"
Si nos limitáramos a este análisis, lo más justo sería tratarlo como una coincidencia o, a lo sumo, como una parodia. Pero Unamuno va más allá: tomará el sentido del diálogo platónico y lo llevará a su consecuencia lógica: el desdoble de la naturaleza del texto escrito. Expliquemos y justifiquemos esto último comenzando por establecer las bases de la dialéctica platónica.
La dialéctica platónica parte de mayéutica (μαιευτικóς, perito en partos) que practicaba Sócrates con los atenienses. Sócrates les preguntaba acerca de abstracciones morales tales como la justicia o la valentía, y conforme ellos le respondían con un ejemplo que hacía las veces de definición, éste conseguía hacerles ver que el paradigma que ofrecían como concepto era incompleto. Por ejemplo, cuando Laques – un general ateniense – le respondió que valentía era "enfrentarse al enemigo, sin huir", Sócrates le demostró que existían situaciones en las que el enfrentamiento, más que valiente, era temerario. Ante estas réplicas, sus interlocutores le respondían con una nueva definición que mejoraba la anterior, pero el ateniense era siempre capaz de encontrar algo que objetar. Este proceso se repetía hasta la saciedad, provocando que los pobres transeúntes abandonaran la conversación y, siendo lo más importante, que la pregunta que lo inició todo quedara inconclusa.
Como decíamos, Platón toma este modelo de preguntas y respuestas y lo desdobla en forma de un diálogo (logos compartido) en el que ambos interlocutores – en sus textos uno de ellos siempre será Sócrates – pretenden encontrar una aproximación lo más fiel a la esencia o eidos de lo que discuten. Se trata de una aproximación porque la
propia naturaleza del eidos es trascendente, de modo que sólo por el
hecho de determinarla mediante una proposición – aquello que se dice en el
diálogo –, la traemos al mundo sensible y, en este sentido, la falseamos. De hecho, esto se ve reflejado en el transcurso de sus diálogos, que suelen ser interrumpidos por una circunstancia externa justo después de la intervención de Sócrates, relegando la posibilidad de réplica fuera del diálogo platónico. Por ese motivo, en el Mito de Teuth Platón critica el texto como método de conocimiento, porque falsea la propia naturaleza del eidos – aquello que se quiere conocer – al fijarlo por escrito y no poder, consecuentemente, aplicarle el método dialéctico. Esta misma idea es encontrada en la Carta VII, donde el ateniense aseverará que la "intelección y comprensión de cada objeto con toda la intensidad de que es capaz la fuerza humana" surge tras "someter a críticas benévolas, en las que no hay mala intención al hacer preguntas y respuestas". De ello – dirá Platón – se concluye que los temas de las composiciones escritas no han sido considerados lo suficientemente serios por su autor, pues omiten ese proceso de convivencia con el problema que es necesario para una verdadera reflexión.
Tras haber esbozado los rasgos fundamentales del diálogo platónico, ¿cómo los adapta Unamuno a Niebla? Muy simple: provocando que, mediante el diálogo, se descubra que Augusto no es sino metafísica. Discutiendo con Víctor Goti – uno de los personaje de la obra –, se insinúa que Augusto, como ente de ficción, está en la metafísica en tanto que duda de su propia existencia como entidad real. Dicho de otro modo, se plantea la cuestión sobre si un personaje de una novela puede existir fuera de ella. Uno puede preguntarse si cabe la posibilidad de que un personaje de una novela dude. En una nivola, según Unamuno, esto sí es posible. Que Augusto pueda dudar y no sea, en cambio, una mera reproducción de lo que una vez su autor escribió es posibilitado por la propia naturaleza de la nivola, que en la propia obra se define como una novela mayormente dialogada, en la que el carácter de los personajes emerge según avancen los hechos y hablen. Curiosamente, sobre esto Augusto apuntará en cierto momento de Niebla que el escritor de una nivola fácilmente puede dejarse llevar por sus personajes, siendo éstos quiénes cobren entidad propia y acaben determinando el desenlace de la obra.
Visto entonces que un personaje de nivola puede cuestionarse su existencia, podemos recuperar la pregunta que planteábamos. ¿La entidad de un personaje de ficción puede superar su texto? Unamuno resulta intencionadamente inconcluso, al igual que los diálogos platónicos. En la célebre entrevista que Augusto mantiene con Unamuno al término de la obra, así como en otros momentos que hacen una suerte de preámbulo de esta discusión, se dan argumentos tanto a favor como en contra. No se llega, propiamente hablando, a una conclusión. Esto es así porque Unamuno, entendiendo la crítica platónica al texto escrito, encuentra una manera de sobrepasar la naturaleza estática de la escritura. Al dejar inacaba la cuestión, el bilbaíno busca provocar que el lector participe activamente en la reconstrucción del sentido que ese texto quiere describir. Ya nos lo avisaba Víctor Goti: "el alma de un personaje de drama, de novela o nivola no tiene más interior que el que le da su lector". Se trata en todo momento de establecer una suerte de diálogo con el texto, incentivando la propia reflexión e interpretación. Y para lograr esta convivencia con el problema de la que os hablaba antes, Unamuno se esfuerza por desdibujar los límites de la obra con los de la realidad. Unamuno trata de sembrar la duda en nosotros. En sus propias palabras:
"Pensar es dudar y nada más que dudar. [...] Ni la fe ni el conocimiento suponen duda y hasta la duda las destruye, pero no se piensa sin dudar. Y es la duda lo que de la fe y del conocimiento, que son algo estático, quieto, muerto, hace pensamiento, que es dinámico, inquieto, vivo".
Niebla es un texto que trata de confundir al lector. Confunde con juegos de palabras, con el mundo de la novela, los personajes y hasta el propio texto. Confundir, esto es, provocar la duda e invitarnos a pensar. Por eso creo que Augusto Pérez puede interpretarse como una representación del propio desarrollo del platonismo. Partiendo de ciertos rasgos asociados comúnmente al Platón más "clásico", el avance de la nivola descubre a un protagonista que evoluciona a la par que la doctrina platónica. Se abandonan los monólogos en favor de un diálogo que cuestiona la realidad de nuestro querido Augusto. Y en vez de querer responder a esta pregunta, descubrimos algo anterior y mucho más fundamental, a saber, la naturaleza dialéctica del pensamiento. Porque "la dialéctica, [...] amigo mío, es cosa de diálogo. De diálogo y dialecto."
- Y, ¿qué voy a hacer si no me caso?¿En qué voy a pasar el tiempo?
- Dedícate a filósofo.
- Y ¿no es acaso el matrimonio la mejor, tal vez la única escuela de filosofía?
- ¡No, hombre, no! Pues, ¿no has visto cuántos y cuán grandes filósofos ha habido solteros? Que ahora recuerde, aparte de los que han sido frailes, tienes a Descartes, a Pascal, a Spinoza, a Kant...
- ¡No me hables de los filósofos solteros!
- Y de Sócrates, ¿no recuerdas cómo despachó de su lado a su mujer Jantipa, el día en que había de morirse, para que no le perturbase?
- No me hables de eso. No me resuelvo a creer que eso que nos cuenta Platón no es sino una novela...
- O una nivola.
*Cuadro: El caminante sobre el mar de nubes, Caspar David Friedrich (1818)
Comentarios
Publicar un comentario